martes, 20 de enero de 2015

El Cantábrico se queda sin bosques marinos


“Deforestado”, como un desierto desprovisto de vegetales. Así puede acabar el Cantábrico. El gran pelaje que vestía sus fondos, zonas rocosas y pedreros, va desapareciendo. Esta tendencia ya se detectó hace unos años, pero avanza imparable y según los últimos estudios de un grupo de investigadores de la Universidad del País Vasco, Bentos Marino, se agudiza hasta el punto de poner en riesgo de extinción a ciertas especies. Además de su relevancia ambiental y ecológica, que es mucha, estas algas en peligro constituyen un recurso de interés económico.
Son varias las destinadas al consumo humano. Son el origen de compuestos que tienen  abundantes aplicaciones en la industria alimenticia, farmacéutica o biotecnológica. "Los cambios en la vegetación marina comienzan a detectarse a finales de los 90 y con mayor intensidad en la última década, del 2003 al 2014. No solo se deben al incremento de la temperatura del agua sino que también se viene produciendo un incremento en la radiación solar en la costa vasca. A esto se suma una reducción en la entrada de nutrientes, causado por dos factores. Por una parte, llueve menos en primavera, verano y otoño, y por otra, se registra un debilitamiento de las corrientes oceánicas que aportan también nutrientes -un hecho constatado en Galicia y Asturias-" revela José María Gorostiaga, doctor en Biología de la UPV y uno de los autores del estudio. La confluencia de estas circunstancias tiene devastadores efectos para la flora marina, tales, que pueden causar el exterminio de algunas variedades.
Es el caso, por ejemplo, de Himanthalia elongata, más conocida como espagueti del mar, especie dominante hasta hace unos años, pero que en la última década ha desaparecido de casi toda la costa cantábrica. Es un alga comestible que por su sabor, parecido al marisco, su versatilidad en la cocina y sus propiedades nutricionales- elevado contenido en hierro, fósforo, calcio y potasio- es muy demandada.

La gelatina marina

También el caso del alga roja Gelidium Corneum, comúnmente llamada caloca, muy presente en el Golfo de Bizkaia. Desde hace décadas cada vez que el mar las escupe a las playas, muchas familias de la costa, sobre todo en Cantabria, se dedican a recogerlas para sacar unos ingresos extras. Antiguamente estas y otras eran 'recolectadas' por los campesinos para ser utilizadas como abono.

Esta especie es capaz de formar extensas praderas submarinas que son explotadas para extraer agar-agar, una sustancia de gran utilidad. Es utilizada como medio de cultivo bacteriológico, en diagnósticos clínicos e investigaciones microbiológicas. También se emplea en productos alimenticios por sus propiedades como agente gelificante, estabilizante y espesante. La llaman la gelatina marina, un ingrediente sano y natural altamente valorado por los fabricantes de productos alimentarios.
En la misma situación se encuentran las algas pardas del genero "fucus" que suelen tapizar las rocas expuestas al sol y al aire en las bajamares y que están desapareciendo de forma preocupante.
Otro problema que plantea el calentamiento del Cantábrico es la presencia de variedades invasoras. En algunas zonas la planta invasora se vuelve dominante y produce un descenso de la abundancia de especies locales incluso llegando a ocasionar el desplazamiento de algas nativas. Otro impacto a tener en cuenta es el económico, ya que tales variedades usurpadoras pueden proliferar sobre sustratos artificiales como pantalanes, cascos de barcos y estructuras de acuicultura, ocasionando elevados gastos de limpieza y de reparación.

Una realidad que solo buzos y pescadores de bajura conocen

Para ciertas especies parece que ya no hay remedio, a nos ser que la naturaleza las resucite. El declive de los bosques de laminarias, por ejemplo, ha sido fulminante. “Los mayores cambios vienen en la disminución de las algas formadoras de copa, las especies que estructuran el espacio y el hábitat del fondo marino. Las laminarias, algas de aguas más frías con importante presencia en San Juan de Gaztelugatxe y Bakio a comienzos de los noventa, han desaparecido completamente” afirman los autores del estudio, que levantan la voz de alarma de nuevo debido a las grandes consecuencias que puede acarrear este fenómeno.
Como nada es tan elocuente como una imagen, estos científicos han filmado en vídeo la evolución sufrida por los cimientos marinos. “En verano de 2014, nuestro grupo de investigación ha elaborado un vídeo de siete minutos donde se visualiza la problemática planteada con imágenes de los fondos marinos de la costa vasca. Nuestro grupo está interesado en que el vídeo tenga la máxima difusión”, explica José María Gorostiaga. La UPV última los preparativos para poder hacer pública la cinta en una par de semanas. El contenido del audiovisual es conmovedor y no deja impasible a quien lo ve. Donde antes había jardines- imágenes retrospectivas de los años 80 y 90- ahora lucen terrenos yermos, despoblados y pedregosos. Con la filmación, aflora a la superficie una realidad que solo buzos, pescadores y demás navegantes de bajura conocen de primera mano.

Refugio de crustáceos, moluscos o alevines de peces

Esta pérdida no solo despoja de verde el paisaje bajo las aguas, las consecuencias se hacen sentir en la fauna que habitan en esos árboles marinos. Se produce un efecto cascada en el conjunto del ecosistema marino. Con cada planta desaparecen más de 100 especies de invertebrados. Al igual que sucedería en un bosque tierra adentro, los árboles dan cobijo a otras plantas entre las que se refugian y alimentan distintas especies de alevines de peces, crustáceos, moluscos o ejemplares de aprovechamiento pesquero como las nécoras o los erizos de mar.
La aniquilación de estos vegetales amenaza también a la salud de las costas ya que, al mismo tiempo que estos bosques de algas son los primeros productores primarios del sistema costero, contribuyen a disipar la fuerza del oleaje.
Debido al importante valor ecológico de las algas, algunas de ellas han sido incorporadas a los catálogos y listado de especies amenazadas. "La legislación vigente insta a las comunidades autónomas a elaborar y aprobar planes de recuperación para las especies consideradas en peligro de extinción y medidas de conservación para las vulnerables. Sin embargo, esta protección no se ha extendido a las especies formadoras del litoral atlántico peninsular", advierten los investigadores.
La supervivencia de estas poblaciones pasa además por una regulación de las actividades de extracción, más habituales en Galicia. "La recogida se realiza en función de las necesidades de la industria y tienen escasa consideración los criterios científicos que tratan de garantizar el futuro de estas especies".
Los investigadores aconsejan a las administraciones competentes un riguroso control de esta explotación comercial, así como un seguimiento del estado y evolución de las poblaciones e incluir las especies amenazadas en los correspondientes libros rojos.