De tsunamis, maremotos y otras furias marinas.
Pues resulta que un temporal de invierno ha producido unas olas tales que han provocado diversos daños y desperfectos en zonas de las Villas Costeras y en el mismísimo Sardinero. Olas de más de nueve metros. No está mal si, además, coinciden con la pleamar como ha sucedido.
Y es que el Cantábrico, un mar duro y hermoso donde los haya, es lo que tiene: cada cierto tiempo reclama lo que es suyo, y contra él no valen títulos de propiedad ni documentos ni actas notariales.
Santander, que hace mucho tiempo olvidó el motivo de su fundación y pasada prosperidad, vive totalmente de espaldas a él, y el hecho normal de un duro temporal de invierno casi logra desplazar al eterno fútbol de las conversaciones de taberna este último fin de semana.
Esta ciudad de mis pecados que un día fue portuaria y pescadora y ahora no es otra cosa que una ciudad de servicios en franca y notable decadencia cree en buena medida que el mar que la ha tocado en suerte se ha transformado como ella, en una especie de Mediterráneo bonancible que besa sus playas como dice el bolero y puede lamer los pies de los que toman el vermú y las rabas en sus chiringuitos en (¡tachán!) primera línea de playa. Luego pasa lo que pasa.
Y no. El Cantábrico puede ser cualquier cosa excepto tranquilo y apacible, y lo demuestra cada año; así que si montas tu negocio o tu hogar en sus orillas no pongas cara de idiota inocente cuando a la mar la de por desahuciarte y aparezcas en informativos preguntándote el por qué.
No soy precisamente un lobo de mar, pero un poco si me he asomado al viejo Cantábrico, primero como deportista de la vela (es un decir, lo de “deportista”) y luego en eso de los salvamentos y rescates; y si algo aprendí es que si te confías estás listo.
Recuerdo un día de finales de otoño en que la mar se cabreó lo justo para que el velero en el que iba, un crucerillo de 6.16 metros de eslora, escalase paredes de agua salada y cayese a continuación a valles que me parecieron profundísimos sin solución de continuidad. Los partes meteorológicos no eran como los actuales ni de lejos, y los chalecos salvavidas ni se parecían a los que usé luego como “profesional”. Una simple línea de vida y… a puerto echando leches. Las olas eran, luego lo supe, de 4/5 metros, un típico temporal del NW y no de los peores. Solo hay que imaginar como son las de 10 o más si te pillan dentro, o en frente como algunas edificaciones.
Cuando el barco trepaba a lo alto de la cresta, veíamos terriblemente lejos el Sardinero que comenzaba a iluminarse y, más lejos aún, la península de la Magdalena; al poco rato, tras un descenso que te dejaba el estómago a varios metros detrás y arriba, solo veíamos un muro gris. Pensé que si no vomitaba en ese trance no lo haría nunca.
Llegamos por fin a la bocana, y tras superarla y comprobar que lo de dentro seguía dentro (luego supe que si volvería a vomitar, pero por otras causas), pude ver como la espuma hervía en las Quebrantas; justo donde una foto de un periódico de hoy muestra una excavación de varios metros en los cimientos de un grupo de casas que solo un constructor sin escrúpulos puede construir, un alcalde amoral autorizar y un ignorante severo comprar.
De los tres tal vez el comprador imbécil sea el mas inocente; con tal de que sea de tierra adentro y se haya dejado engatusar con el hecho de que puede ir por la mañana a la playa y, 2 minutos después tras una somera ducha, comer de traje y corbata en el comedor de su casa. Si es de aquí o de otras orillas difíciles, es que es un cretino redomado.
Ahora, mi querido imbécil, has conseguido tu sueño, así que no te quejes: ya no tienes ni que desplazarte: la mismísima playa ha venido a ti, y puedes llegar a ella al bajarte de la cama.
Enhorabuena.
By Nacho 3/2/2014
P.D.: Y no te enfades, débil mental. Peor podría haber sido.
En España existen campings colocados en vías de agua y que, para más coña, reciben nombres como “La Torrentera”. Cuando llueve en condiciones suele haber muertos.
Recuerdo aquél de Huesca…
P.P.D.: Y ahora mismo (12. 25 AM) cuenta la radio que el smartísimo alcalde de Santander ha solicitado la declaración de zona catastrófica que cubra los desperfectos que la mar ha ocasionado en el mobiliario público (tampoco ha sido para tanto) y pretender que sea el Consorcio de Seguros quien cubra los daños en viviendas y negocios privados.
Cojonudo lo de usted, sr. Alcalde.
Aquí había una Ley de Costas que prohibía tajantemente edificar a 300 metros de distancia de la línea de máxima pleamar. Nunca se la hizo caso y dio lugar a casos sangrantes en que tinglados, edificios e incluso hoteles se comían literalmente playas y arenales. Dese una vuelta por García Lago y sabrá de qué le hablo.
Ahora, usted y su partido político de usted se la han cargado de un plumazo obedeciendo intereses superiores –y, por supuesto, patrióticos e inspirados en el bien común-.
Otra cosa es que no haya un céntimo para obras aunque sean prioritarias por “catástrofe natural, pero vcreo que no debe usted preocuparse. A cambio de eso se publican en el periódico de “Vocento” sus maravillosas infografías de obras futuras y tenemos una maravillosa “duna escalonada” que ha costado un montón y que sirve para… Bueno, para eso.
Debo entender que se repetirán cada invierno las declaraciones de zona catastrófica en su Sardinero y su península de la Magdalena?. ¡Pues qué bien!